XXXI

Verde, como los pensamientos
del baboso anciano,
son sus ojos esplendorosos
que cubren aladas pestañas,
las mismas que me acarician
cuando la beso.

Carmesí, cinabrio puro,
son sus labios embriagadores
anuncio de las delicias del contacto,
que no llega
avivando mi pesar.

¿Por qué seguir?
Quien la conoce lo sabe,
quien no la conoce la anhela
su presencia ilusiona,
su mirada encandila,
su sonrisa enloquece y
tras su sonrisa
sus dientes, pulidos y brillantes
clavan en mí
esperanzas de inmortalidad.

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